sábado, 29 de mayo de 2010

Emily


Resulta difícil evaluar en caliente la importancia de lo que hacemos. Algunos creen que pueden y lo hacen. Suponen (algunos) que tuvieron éxito en tal o cual empresa. Nunca se sabe. Y en todo caso el mal llamado triunfo empobrece. En la cima uno siente que puede deshacerse del material sobrante. Entonces va tirando todo para sentirse más y más ligero. No percibe el navegante que eso que arroja al mar puede ser quizás lo mejor de sí mismo. Conviene aceptar el vértigo del enigma. Conviene esperar. La poeta estadounidense Emily Dickinson (1830-1886) pasó la mayor parte de sus 56 años en una casa con jardín situada en Amherst, Massachusetts. Raramente se movió de ahí. Los vecinos sentían lástima por ella. Tan sola e inútil. Tras su muerte la hermana encontró casi dos mil poemas manuscritos en un baúl de la habitación. Excepto cinco poemas (tres de ellos publicados sin su firma y uno sin que la autora lo supiera) toda la obra de Emily permaneció inédita. Hoy nadie discute su grandeza y sus libros se agotan. Yo soy nadie -escribió-. ¿Quién eres tú? ¿Eres nadie también? Vestida siempre de blanco vivió sigilosa y murió olvidada. No evaluó en caliente la importancia de lo que hacía. No se tentó.
L.

2 comentarios:

  1. sí, aunque desconfiemos de él, el éxito es un peligro siempre latente. algunos creen que llegaron porque conquistaron determinado cargo o posición jerárquica. pero es algo externo que no nace de la propia persona. tiene, como la mentira, patas cortas. creo más en la línea de esa poeta. trabajar en lo que ama sin esperar devolución. a la larga, así sea de manera póstuma, el barco llega a puerto.
    mili

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  2. Únicamente sobrevivirá nuestra identidad, nuestra propia identidad, si nos damos cuenta de que el espectáculo no ocurre propiamente en el escenario.

    Maravilloso post, Luis.

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