martes, 25 de mayo de 2010

Mujeres solas I


Cuando nos mudamos a la costa Mayra y yo pasábamos por el mejor momento de nuestras vidas. Como encargados de un hotel nos considerábamos tocados por la varita del destino. Mayra se ocupaba de recibir pasajeros y yo del mantenimiento y la cocina. Por la noche salíamos a caminar por la orilla del mar. Hasta hicimos el amor en la arena un par de veces. Nos parecía romántico y por eso lo hacíamos. Un día yo estaba arreglando el inodoro de uno de los cuartos cuando entró a limpiar una empleada que habíamos tomado al hacernos cargo del hotel. Se llamaba Itatí pero no era paraguaya. Usaba polleras cortas y escotes que armonizaban bien con el clima de playa y relax. Algunos hombres casados la miraban sedientos. Cuando Itatí entró en el cuarto la saludé desde el baño y, al salir, la encontré viendo televisión en la cama y con las piernas entreabiertas. Lo que pasó después no viene al caso. Lo cierto es que empezamos a hacerlo de manera organizada tres o cuatro veces por semana. Mayra, que no era tonta, acabó enterándose. Dijo una tarde que quería hablar conmigo. Recuerdo que esa noche fuimos juntos a la playa como lo hacíamos cuando todo parecía marchar de maravillas. Terminé admitiendo lo de Itatí pero aclaré con firmeza que se trataba de una aventura sin importancia y que estaba dispuesto a parar con eso. Intenté abrazar a Mayra por atrás y voltearla en la arena como en los buenos tiempos. Pero fue inútil. La vi alejarse por la playa rumbo al muelle de los pescadores. Iba llorando bajito pero con paso resuelto. Cuando volví al hotel encontré una nota breve de Itatí escrita con faltas de ortografía y una letra desarticulada. Me dijo que se iba del hotel. Me dijo gracias por los servicios prestados.
L.

2 comentarios:

  1. Leí los tres textos de mujeres solas y mas allá de que la escritura facilite el poder de entendimiento, sentí identificación por las sensaciones parecidas, encontradas o similares que dispararon ciertos hombres en mi.
    Buenos relatos

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  2. Todos somos infieles con el cuerpo o el pensamiento. Eso provoca trastornos en las parejas o, mejor, desata conflictos que ya estaban planteados y que la infidelidad ayuda a destapar. Muy interesantes las tres historias.
    Matías

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