Dejé de escribir desde que llegué a Buenos Aires. Las palabras se fueron quién sabe adónde. Y sólo quedó un mutismo doloroso y angustiante. Son muchas las cosas que he visto y aprendido. Es muy poco (casi nada) lo que puedo decir. No sé en qué lugar se esconderá todo lo que estoy viviendo. Mi mayor miedo es que del árbol frondoso no quede ni la sombra. O que la Andrea que ha vivido hasta hoy sea una especie de tamiz definitivamente roto. Un ser incapaz de filtrar o atrapar siquiera un grano mínimo de arena. Hay una cosa que sí me atrevo a afirmar con la certeza de quien ha experimentado. No existe lugar ni circunstancia favorable para escribir. Quien quiere hacerlo lo hace. Sin excusas. Sin razones. Y ya.
Andrea
No dejaste de escribir. Este post confesional y desnudo es una prueba. La obra nace de la imposibilidad de obrar.
ResponderEliminarEL PEZ
La ola se repliega y después llega el tsunami. Uno contien esa masa que oprime la sien y luego vomita todo lo que quiere decir, lo que quiere escribir. Lo que quieres mentir, Andrea. Que buen post.
ResponderEliminarMe cuesta creer que el árbol frondoso no haya estado sostenido por buenas raíces. Silenciosas y ocultas son como el árbol talado que esconde la vida. Alguien que haya podido de tanto en tanto regalar un pedazo de su tierra o de su infancia o agregado sentimiento y sensaciones en sus textos aún con temas duros no podría ser un tamiz roto. Quien ha creado difícilmente deje de hacerlo de manera abrupta. Tal vez necesites un tiempo. Tal vez estés buscando sin saberlo un nuevo modo de expresión aunque a tus lectores del blog nos encantara el que tenías. Recordá que la raíz del movimiento es la quietud.
ResponderEliminarGraciela B
El que la robó las palabras a la pobre Andrea es Luis, soy testigo
ResponderEliminarBienvenida siempre,dónde estés y como estés.eso es lo que provocás.incondicionalidad Andrea.con condiciones.sin excusas ni condiciones.y siempre.
ResponderEliminarMR G
Este texto de Andrea me parece maravilloso.En enero, y aún todavia pero menos, perdí la voz. Sólo escribí. Ahora que estoy recuperando la automaticidad del habla escribo casi nada. Es un equilibrio difícil en mí. Cuando leí este post me emocioné mucho. Gracias.
ResponderEliminarMaría Rosa
El árbol frondoso no pierde la memoria de si hasta su último día y esa especie vital con una lógica que no requiere psicoanalistas, más bien prescinde absolutamente del hombre al cuál supera en longevidad. Mal podría borrarse de tí nada de cuánto has visto y oído, talvez se escondan sentimientos y palabras pero tarde o temprano salen tal cuál tu lo has dicho, sin excusas, sin razones. Y veras, te veras en tus palabras.
ResponderEliminare
Excelente post, Andrea. A menudo me ocurre lo mismo. Recién en el límite de la condensación puedo desagotar alguna palabra. Es desesperante pero no hay otra: se escribe escribiendo. O suspendiendo el viaje. Y ya.
ResponderEliminarUn beso,
Jéssica.