miércoles, 30 de junio de 2010

Ludmila


Cuando la vi recordé una caminata por un bosque de abedules. O no. Las últimas nieves de San Petersburgo. O no. Los mejores años, la playa, una carta que después voló y voló. Cuando me dijo que se llamaba Ludmila ya era tarde para todo. Le pregunté cómo imaginaba un momento perfecto y, luego de pensar un rato, no supo qué responder. O sí. Pero no alcancé a escucharla. Enseguida fue una sombra o menos que eso. El tiempo se acaba, me dijo. Y se alejó en un carro empujado al abismo por el viento del mar. O no.
L.

Vida en crisis


Y de repente se empieza a ver todo lo ocurrido atrás y más atrás. Y uno se asombra de cometer de nuevo los mismos errores. De decir las mismas palabras de siempre. De ampararse en las mismas excusas. ¿Acaso hay algún aprendizaje? ¿Se camina realmente hacia algún lado? Concebir la historia como una espiral no es tan grave como parece. Avanzamos en círculos que nunca se tocan. Empezamos el viaje como dioses y terminamos convertidos en simples animales humanos. En eso consiste el progreso.
Andrea

Vida en crisis II


Quizás el problema no sea la falta de ideas. La vida, quizás, sea la causa última de lo que pasa. No hablo en general. Hablo de los días parecidos a moscas o camellos. A las ambulancias que llegan tarde. A las incomprensiones. A la locura que se adueña de las avenidas y la gente. La vida no es fácil para nadie. Algo falta siempre. Algo no alcanza. Alguien grita afuera. Algo llora o enmudece. Las gaviotas se agitan en la ventana que ayer daba al mar. Hoy da a un potrero inmundo. O a nuestra propia imagen. No estoy negando el poder azul de la belleza. Al contrario. Quizás el problema sea ese. La belleza que asoma como dios entre las grietas. ¿Quién podrá sentarla en sus benditas rodillas? ¿Quién dormirá con ella esta noche?
L.

Blog en crisis


De pronto el agua desborda el vaso. Todo se ha dicho. Uno tiene la sensación de caer en repeticiones, cursilerías, las provocaciones de siempre. Uno tiene ganas de mandar el blog al diablo. Si no es posible decir algo que supere al silencio mejor no escribir más. En esos momentos sirve de poco mirar por la ventana o buscar nuevos conejos en la cansada galera. De pronto caen todas las hojas y el árbol, desnudo, no sirve ni para leña ni para dar sombra.
L.

Palabras difíciles


El erotismo es a la sexualidad lo que la gastronomía al hambre. Es el triunfo de la cultura por encima del instinto primario. Para los autores de literatura erótica (si es que existe) la dificultad mayor es mencionar nítidamente los órganos puntuales que intervienen en la cópula. En toda mi obra (dijo Cortázar) no he sido capaz de escribir ni una sola vez la palabra concha, palabra difícil que por lo menos en dos ocasiones me hizo más falta que los cigarrillos.
L.

martes, 29 de junio de 2010

Y todo así


Y todo empezó como sí, quiero decir, sin ninguna fe, sin apostar a nada que no surgiera de la vaga idea de encontrarse en una coordenada más o menos similar, esto es, pocas o ninguna palabra, ironías que permitieran, al menos, sobrevivir al verano, alguna ilusión al pasar, por qué no, algún placer que, como escribió ella una vez, no se le niega a nadie, no es como para despreciar, sobre todo en estos tiempos, se reía, se burlaba en realidad de mis discursos más solemnes que efectivos, de la insufrible densidad del palabrerío alimentado en un sinfín de lecturas encorvadas, macerado también en la escuelita como yo mismo le expliqué antes de lo que después vendría, y sí, todo se fue dando en esa línea de encontrarnos pero no, de hablarnos pero sí, de besarnos pero sin que se viera mucho por afuera, o sea, todo ese ritual de pasar de largo por la calle de las funerarias, dejar atrás la plaza, los puesteros trasnochadores, la catedral iluminada, porque, debo aclarar, el contexto ayudaba, claro, una ciudad vestida de fiesta, la avenida del mar, la música encerrada en cada caracol hallado al puro azar, en la parte de la playa donde la arena de vuelve dura de tan mojada, su entrepierna, poniendo decía el caracol en la oreja como para comprobar que ahí sí hay tempestades, que adentro suena la sinfonía del océano y un montón de tonterías al uso que nos gustaba explorar entre risas como si fuera la primera vez porque, claro, todos los amantes creen o suponen que hacen lo que hacen por primera vez, a despecho del mundo y de los diarios, a favor del viento y contra la estúpida cerviz de los viejos acabados, qué importa, nos dijimos, el futuro, la cuestión de la edad, los encantadores de serpientes, qué importa, creo que quisimos convencernos también, aún sin saber que el mundo por supuesto no era nuestro sino de los que nunca han dudado, los que buscan y encuentran, de los que jamás pensaron en matarse con el gas de la estufa, como nosotros, cuando hablamos de la muerte y yo apenas había mirado tu escote y vos todavía no me habías mostrado tu vela roja, esa en la que parecen enredarse dos amantes (como nosotros, dije), y ella se defendía diciendo que no fuera tan rápido, que había que ver, que después de todo y lo de más allá, hasta que sacó esa botella azul de la heladera y llenó los vasos mientras yo miraba, desde el balcón, la ciudad costera y, por fin, lo de bajar por el ascensor, me gustan tus brazos (creo que dijiste o dijo ella), lo del beso en la boca, la bicicleta encadenada y el horror que tengo a volver una y otra vez sobre la misma historia, sobre todo ahora, pero supongo que las historias jamás contadas son las mejores porque de alguna manera hay que imaginarlas, y a veces pienso que lo nuestro fue soñado por otros solamente para probar que no se puede, algún dios cruel, el mismo que nos empujó a la cama cuando todo era o parecía tan perfecto, sin palabras, sin canciones, sin siquiera una sola explicación y cuando ya se habían jugado todas las partidas y los banales sacrificios del final.
L.

lunes, 28 de junio de 2010

La felicidad


Cuando somos felices vivimos como estúpidos. Parecemos drogados. En ese estado de satisfacción total cualquiera puede aprovecharse de nosotros hasta destruírnos por completo. Cuando somos infelices (en cambio) abrimos los ojos a la vida y entendemos todo o casi todo. ¿Se deduce de ésto que debemos trabajar sin descanso hasta alcanzar la infelicidad? ¿Sólo del dolor se aprende?
L.

Escribir para pensar


No puedo pensar si no lo escribo. Pero puedo escribir sin ideas. Ahora por ejemplo. Ninguna idea en la cabeza. Apenas unas pocas palabras inconexas. Palabras que no servirán para dar cuenta del cansancio, de los recuerdos, de la inutilidad de lo que hago, de la esperanza de que todo se arregle. Pero no. La vida no tiene arreglo. Por fin aparece una idea. No hay solución. ¿Por qué vivo entonces? ¿Para qué seguir? Justamente por eso. Porque no hay sentido. Aceptar ese tremendo agujero me impulsa a continuar. ¿Continuar para qué? Quizás para preguntarme una y otra vez qué sentido tiene hacerlo. Y escribir. Porque no puedo pensar si no lo escribo.
L.

El futuro es mujer


La mujer es el enigma. Es también la imagen de la fecundidad y de la muerte. En casi todas las culturas las diosas de la creación son también deidades de la destrucción. ¿Qué es una mujer? ¿Esconde la muerte o la vida? ¿En qué piensa? ¿Qué siente? ¿Es igual a los hombres? ¿Es todo lo contrario? El silencio femenino desespera al varón que busca la llave en un cuerpo que se oculta en el deseo. Pero el deseo (maldición) es una pregunta cuya respuesta no existe.
L.

El futuro es hombre


Quien ha visto la tierra prometida no la olvida. La busca en todas las tierras y bajo todos los cielos. La persigue entre los seres y las cosas. Sueña que alguna vez la verá de nuevo. No sabe dónde ni cuándo. En cada hombre late la posibilidad de ser o, mejor, volver a ser el hombre que alguna vez fue o cree haber sido.
L.

Ilusos del dolor


La esperanza fracasa muchas veces. El dolor jamás. Por eso algunos creen que más vale dolor conocido que dolor por conocer. Creen que la esperanza es ilusión. Son los ilusos del dolor.

Juan Gelman / Poeta y periodista argentino.

Ilusiones mundiales


Me ilusioné ayer (como todos) viendo el partido México-Argentina. Grité los goles con ganas pero como a todos me quedó un gusto raro e indefinible. Antes de eso (a la mañana) alcancé a ver que el equipo alemán es demoledor. No sé nada de fútbol. No soy quién para decir algo sólido sobre el mundial. Hablo por intuición. Ayer (me cuesta decirlo) México debió ganar el partido. Jugó mejor y manejó la pelota casi todo el tiempo. Eso no puede negarse. Pienso que las ilusiones en general son peligrosas. Los antiguos chinos veían en ellas una amenaza. En el Guan yin zi, obra escrita probablemente por un taoísta anónimo en el siglo XVIII, hay una advertencia clara al respecto. Las mentes ocupadas en amores imposibles pueden ser atacadas por fantasmas lujuriosos. Las mentes ocupadas por la fortuna y el infortunio pueden ser invadidas y controladas por demonios. Las mentes ocupadas en juramentos y sueños pueden ser atacadas por fantasmas mágicos. Esos fantasmas toman forma de sombras, viento o truenos. Sólo el sabio, que no se conmueve con turbias ilusiones, puede controlar el acoso de los espíritus volantes.
L.

domingo, 27 de junio de 2010

Elis

¿Por qué no pueden casarse?


¿Por qué no dejan casarse a los homosexuales? No hay respuesta para este derecho discutido o directamente negado aquí, en España y otros países supuestamente civilizados. Me cuentan que en el centro de Buenos Aires hay marchas de grupos ultramontanos defendiendo la "normalidad" de los heterosexuales contra la "anormalidad" de gays y lesbianas que desean sellar el vínculo en matrimonio legitimado por la ley. El interés de hombres por mujeres y viceversa no es en absoluto natural. Tampoco los homosexuales deberían curarse de nada. Si fuera así deberíamos pensar que los heterosexuales son sanitos, una calificación que por lo menos debería ser puesta en duda. Pero ni siquiera hay motivos para complicarse tanto. La discriminación que sufren los homosexuales al no poder casarse legalmente los afecta en herencias, jubilaciones, obras sociales y separación de bienes. Supongo que no hace falta recordar que también los gays y las lesbianas se mueren, envejecen, se enferman y hasta se separan de vez en cuando...
L.

Las mujeres se liberan en el baño


Tras una minuciosa recorrida por baños de mujeres la investigadora uruguaya Andrea Blanqué concretó una sustanciosa muestra de graffitis que luego se concretó en un libro (Antología del retrete/Vinten Editores) de consecuencias escandalosas en el país vecino. La antropóloga recorrió escuelas secundarias, universidades, bares y bibliotecas de Montevideo. Comprobó entre otras cosas que ahí donde el baño está más sucio las paredes muestran mayor cantidad de inscripciones. De esa observación concluyó que un ambiente de intimidad y pestilencia favorece la catarsis emocional. Descubrió también que el graffiti sanitario es dialogado, promueve tachaduras y contestaciones múltiples, algunas con pretensiones aleccionadoras o moralistas. Lo que sigue es una breve colección de esas anotaciones entre existenciales y procaces.

Me siento sola.
Buscate un macho.

No hay mujeres frígidas sino hombres que no saben hacerlas gozar.
¡Callate loca!

Si sos virgen empezá con pijas chicas.
¡Dejen de pensar en porquerías, futuras docentes!


Estoy desesperanzada. ¿Cómo recobrar el optimismo?
Ya no tengo fe ni para estudiar.


Uno que conocí, allá en Cabo Polonio, me la metió despacito.


Busco verga gruesa y lechera.
Andá al baño de los chicos. Yo encontré.

Me quiero morir.
¿Por qué?

¡Erecciones generales ya!
Apoyada.

¿Más vale sola que mal acompañada?

La moral es más peligrosa que el sida.
¿Por qué en vez de escribir no hacés caca?

sábado, 26 de junio de 2010

Lo nuestro acabó


Me dijo que lo nuestro acabó. Desde el baño me lo dijo. Estaba sentada en el inodoro con un cuaderno y un lápiz de los viejos. Yo podía verla porque la puerta quedó entreabierta. Sos egoísta, me dijo. Pensás nada más que en vos y en tu blog. Querés hacerte famoso entre tus chicas. Malditas sean ellas y tu suspendelviaje. Yo la oía desde la cama cubierto apenas con el acolchado que me trajo de Cali. Intenté leer o hacer como que leía. Ella siguió acusando desde el inodoro, las piernas abiertas, sus medias de colegiala, todo tan raro e imprevisto para la mañana de un sábado. Ella me dijo una vez más que lo nuestro había terminado. Y a continuación cerró la puerta del baño y se puso a llorar bajito como si recordara.
L.

Restos de un amor

Grandes resúmenes


La economía es la política en estado de concentración extrema. El sexo es la esencia de un vínculo amoroso. La vida se resuelve en la respiración. La muerte clausura todos los planes. Se escribe para dar nombre a lo que no entendemos. Amar es aferrarse a una rama en la caída. Amar es un intento de dominar. Apoderarse de algo equivale a perderlo. Se cierra una puerta y se abren cien. Etcétera.
L.

viernes, 25 de junio de 2010

Elogio del error


Sólo encuentro verdad en el error. Jamás en el acierto. Cada accidente del suelo me pone en marcha. Vivir es desviarse de algo o de alguien. No hay camino recto para mí. No busco la palabra justa. Ahora prefiero la injusta. Haberme equivocado de pareja y vocación me ayudó a ser lo que soy. Estoy perdido, por fin, en mi mapa.
L.

Mujer infiel consulta


Una visitante anónima acaba de hacernos una consulta como si este blog se hubiese convertido en una revista para mujeres en estado crítico. El comentario figura en una entrada que ya habíamos olvidado y que se titula por qué somos infieles. La lectora parece desesperada. Soy infiel -escribe-. Me siento mal por eso. Pero no puedo hacer otra cosa. Tengo novio y salgo con mi ex. Cuando lo veo siempre volvemos. Los dos me quieren y no sé a cuál de ellos amo en realidad. Me gustaría dejar de actuar así y no sé cómo hacer. ¿Alguien se anima a darle un consejo, una idea, algo?
L.

Memoria falsa


A veces consideramos propios los recuerdos de actos que no vivimos jamás. Tratamos incluso de repetir esos momentos que supuestamente nos dieron placer alguna vez. Pero la memoria recobrada tiene un origen brumoso. En realidad se trata de recuerdos bebidos en fuentes lejanas. La evocación inconsciente remite a algo que leímos una vez, la escena de una película ya olvidada, una canción romántica que hasta nos dicta las palabras que decimos en la intimidad. Memoria falsa. Un fenómeno curioso. Emma Bovary, la heroína de Flaubert, besaba y hasta copulaba con sus amantes tal cual había leído que lo hacían personajes de ficción en las novelas baratas que leía mientras su pobre marido roncaba. Una de las escenas más famosas de la historia de la filosofía es otra demostración de lo que aquí se está diciendo. Al ver cómo un cochero castigaba brutalmente a un caballo caído, Federico Nietzsche se abrazó llorando al cuello del animal y lo besó. Eso ocurrió en Turín el 3 de enero de 1888. Lo increíble es que ese acto repite literalmente a otro que se relata en Crimen y castigo, de Dostoievski (capítulo cinco de la primera parte) en el que Raskólnikov se abraza al cuello de un caballo recién castigado por unos campesinos borrachos y lo besa. Quizás la teoría del eterno retorno sea una descripción del efecto de memoria falsa que produce la lectura en algunas personas. Quizás nos abrume la nostalgia por lugares jamás visitados o amores que no fueron experimentados. Pero qué importa. No interesa tanto la causa de la tristeza como el simple hecho de sentirla. No cambia el valor de una emoción real, dolorosa o feliz, por más dudoso y lejano que sea su origen.
L.

jueves, 24 de junio de 2010

Una voz en el teléfono


Atender un llamado telefónico puede salvar a alguien. Me dirán que la frase parece un consejo de autoayuda. Y tendrán razón. Me dirán que nadie salva a nadie. También es verdad. Pero aún así. En las oficinas los jefes no responden llamados. Por lo general dicen que están en una reunión. A nivel personal pasa algo parecido. Todos están ocupados o dejan el contestador. Cada vez que se toca este asunto recuerdo el caso del escritor italiano Cesare Pavese. Un domingo de agosto de 1950 el refinado autor de La luna y las fogatas alquiló un cuarto en el hotel Roma de Turín, se encerró con un gato y se mató con pastillas. Once días antes había redactado la última página de su diario. Apenas pidió que la habitación tuviera teléfono. La recepcionista del hotel contó luego que el escritor alcanzó a hacer cuatro o cinco llamadas. Habló de manera apremiante con varias mujeres. Las invitó a conversar, a almorzar, a acostarse con él, a lo que fuera. Pero sólo obtuvo el premio de una elegante negativa. No culpo a Tina, Fernanda, Natalia, Coni, Pierina o la donna della voce rauca por no haber contestado. Imagino que para ellas Pavese era un mussone (pesado), un pedante, un aburrido. Puede ser. Pero además era un hombre. Y un poeta mayor. ¿Por qué no atender su llamado? Escuchemos bien. En este mismo instante un teléfono suena en algún lado. ¿Nadie va a atenderlo?
L.

Instrucciones


Para escribir en un blog como éste no hacen falta ideas. Lo que necesitamos es tener ganas de hacer algo con las palabras. ¿Escribir pese a la desesperación? No. Escribir con la desesperación. ¿Escribir sobre temas de actualidad? No. Para eso están los diarios, la televisión y radio/10. ¿Escribir sobre sexo? Sólo si el resultado va un poco más allá del sexo. ¿Escribir para salvar a las ballenas? Imposible desde un lugar tan seco y fantasmal. ¿Escribir para levantar el ánimo de los lectores? No. Para eso está el mundial. ¿Escribir sobre el mundial? Sólo si ganamos el domingo. ¿Escribir como descarga? No. Para eso están los vómitos, las eyaculaciones y las demás funciones. ¿Escribir para enamorarnos? Eso sí. Ahora mismo.
L.

La puerta


Algunas puertas no cierran nunca. La de mi cuarto es un ejemplo. No hay arreglo ni dando un portazo. Vino el cerrajero y me dijo que nada puede hacer. La puerta se abre sola. A veces la empuja el gato pero es igual. ¿O será un fantasma? Queda siempre un hilito de luz por donde pasan el frío y los recuerdos. Me despierto a medianoche para cerrarla pero es inútil. La puerta de madera vuelve a girar sobre los goznes y lo hace de una manera loca, sinuosa, perversa. A veces pienso que su intención es molestar. Como si quisiera decirme algo y no encontrara la forma. No sé para qué pierdo tiempo. Si esto sigue así voy a abrir la puerta de una vez. La del cuarto y todas las demás. Dejaré que entren a la casa los avioncitos de papel que, desde hace años, bombardean sin tregua las ruinas de mi alma.
L.

miércoles, 23 de junio de 2010

Octavos de final


Hay un momento en la vida en que todos entramos en octavos de final. Un solo error alcanza para quedar afuera. No importa la edad, el sexo, las circunstancias. Deja de preocuparnos el enemigo a enfrentar. Es una cosa o la otra. Primeros o nada. No hay opción. El arco (o como se llame) deja de ser una entelequia. Ahí debemos entrar. Se acaba el tiempo de las palabras. Estamos solos frente a la única puerta que podría salvarnos. La multitud aúlla en las tribunas. La respiración del mundo se detiene un instante. La pelota en el pie y el corazón a punto de estallar. ¿Vencer? ¿Morir? ¿Desaparecer?
No hay escapatoria ni postergación. Octavos de final.
L.

Los adaptados


Los adaptados dicen sí señor y cómo no. Se ponen traje y corbata aunque se ahoguen. Trabajan horas extras sin cobrar. Las adaptadas dicen sí querido y cómo no. Se cambian de ropa todos los días para que nadie diga que se visten siempre igual. Los adaptados son proclives a cumplir con los mandatos del poder político, social y hogareño. Las adaptadas ni siquiera dicen que les duele la cabeza cuando no tienen ganas. Sí querido. Como siempre. Más allá de estos comportamientos hay algo saludable en la adaptación. No podemos romper la ley sin conocerla. No podemos entrar al mundo sin adaptarnos mínimamente a su imperio ineludible. Queda la opción de aprender a fingir. Decir sí señor y pensar no señor. Usar traje y permanecer desnudos bajo la ropa. Alimentar el fuego interior en el apagado universo de las buenas maneras.
L.

Los inadaptados


Hay algo inadaptable en cada uno de nosotros. Ningún gobierno, persona o cosa puede manejarnos por completo. Somos libres de hacer lo que nos guste en todo tiempo y lugar. Lo somos, claro, si estamos dispuestos a pagar por ello. Nada es gratis en la vida. Pero podemos aceptar el desafío de pagar y ser libres al mismo tiempo. Si fuéramos realmente adaptables todo sería demasiado fácil para los manipuladores de cualquier tipo. Se limitarían a moldearnos y asunto arreglado. Pero no es así. Nuestro ser más íntimo no es educable ni dirigible. Por eso el amor se coloca siempre más allá de las órdenes, de la ley, de lo socialmente aceptado. Más allá (incluso) del principio del placer. Y así pasa en todas las áreas de la existencia humana. Tarde o temprano el deseo se impone a la obediencia.
L.

martes, 22 de junio de 2010

Contra la conservación


Ser conservador permite cuidar la propia vida pero no disfrutarla hasta el fin. Escuché la frase de boca de un relator durante el partido Argentina-Grecia. El hombre hablaba de la actitud mezquina de los griegos en la cancha. El comportamiento se entiende menos cuando ganar se imponía con fuerza. El instinto de conservación sirve de poco. Ni siquiera es práctico. Mejor sacar los pies del plato, derribar paredes, dejar que asome el río por entre las grietas del suelo. Por delicadeza perdí mi vida, decía Rimbaud. Conviene a veces correr el riesgo, saltar barreras y gozar a cualquier precio.
L.

El fin de la escritura I


En mi ladrillo de abajo defiendo la buena escritura sin argumentos de peso. Lo hago solamente desde un punto de vista emocional. Hormiga, que en realidad se llama Coni y es una chica encantadora (autora además de la ilustración de este post), contraataca de la mejor manera contra los viejos chotos como yo. Dice que mi generación (tan culta y leída) dejó un mundo de mierda para los jóvenes a quienes ahora criticamos por su presunta ignorancia. Lo que dice es cierto pero discutible. El desquiciado mundo actual no es obra de los cultos o incultos sino de los podridos poderes del mundo. La cultura no hace buena a una persona. Muchos jerarcas nazis (también algunos represores argentinos) escuchaban a Mozart o a Wagner mientras torturaban a sus víctimas. Determinar el sentido último de una palabra o una frase no depende de la erudición del emisor sino de quién detenta el poder y para quiénes lo hace. Lo dice Alicia en el país de las maravillas y lo digo yo (modestamente) desde el país del tango, Maradona, Messi, Palermo y Demichelis.
L.

El fin de la escritura II


Corrijo unos 200 textos por semana. La mayoría de ellos periodísticos y los otros literarios. No me estoy jactando. Al contrario. Me estoy quejando. Doscientos textos es demasiado para cualquier maestro. Salvo raros casos la mayoría de las frases que leo están horriblemente construidas. Ya nadie usa acentos o mayúsculas iniciales cuando hay que usarlas. Ningún signo de puntuación en realidad. Los más jóvenes escriben como en el chat. Entonces ponen q en vez de la palabra que (con lo cual ahorran tiempo y dos letras) y al final de cada proposición hay un inefable jejeje coronando la presunta idea. Casi todos trasladan la oralidad a la escritura pero lo hacen mal y entonces no se entiende nada. No exagero. Cuando digo nada es nada. Es tan grande la cantidad de textos definitivamente incomprensibles (sin concordancia de sujeto y predicado, con faltas de ortografía, con una confusión notable de ideas y formas de plasmarlas) que llego a preguntarme si en el siglo XXI no estaremos llegando al fin de la escritura. Todo resulta tan escandaloso que dudo incluso sobre la utilidad práctica del oficio. Quizás deba prenderle fuego a todos mis libros (empezando por el Quijote y terminando por Romeo y Julieta), abandonar para siempre la palabra escrita y sumarme a las nuevas tribus que han hecho del analfabetismo un estandarte de guerra. Ya no tengo argumentos en defensa de la buena escritura. Tampoco me quedan fuerzas para condenar la mala. Apenas sé que sin algunos cuentos y poemas que leo a veces me resultaría difícil seguir viviendo. Esos textos amados (también algunos ensayos de filosofía, historia y psicoanálisis) me ayudan a respirar cada mañana como si estuviera en un prado cubierto de flores. El prado de los soñadores que han perdido la esperanza. ¿Pero por qué suponer que la felicidad de uno es la de todos? Ya sé. Voy a hacer un pozo en el jardín de mi casa. Voy a esconder ahí unos pocos papiros escritos con precisión, amor e intensidad. Dibujaré una gran equis en el lugar. Cuando el mundo haya acabado los exploradores venidos de otros planetas llegarán al sitio y encontrarán el tesoro que guardé para ellos. Me ocuparé de que lo encuentren. Dejaré mapas con instrucciones precisas. Voy a hacerlo aunque me maten y yo mismo me convenza de que la escritura no sirve (ya) para nada.
L.

lunes, 21 de junio de 2010

Enigma


¿Qué desnuda un cuerpo al desnudarse? Desde lejos un mundo imaginario. Desde cerca todo es raro. Volúmenes que alternan con vacío. Un enjambre de pelos enrulados. Olores indefinibles. Partículas que se atraen y rechazan. La distancia reducida con el tiempo. Los cuerpos se entienden. Los cuerpos. Pero las almas no. Estrechamos la evidencia. Llegamos al origen. No sabemos lo que pasa. Tras el gesto amoroso puede ocultarse la verdad del aburrimiento, la indiferencia, la repulsión. Lo que desnuda un cuerpo al desnudarse es el misterio. La ignorancia nos mantiene vivos.
L.

Vivir sin pensar


Suspender el pensamiento es ilusorio. La han intentado los místicos y también adeptos a la meditación budista. Buscando el vacío han aspirado a habitar la nada. A veces llenaron el hueco con la figura de un dios. Pero abolir todo pensamiento –al igual que la suspensión de las funciones corporales- equivale a morir. Durante un tiempo el pelo y las uñas de un cuerpo inerte siguen creciendo. No pasa lo mismo con el acto de pensar. No hay un pensar más allá de la muerte. Pero mientras hay vida es inconcebible desconectar el mecanismo. Pensamos hasta cuando dormirmos, soñamos o hacemos el amor.
La cabeza es un tren en marcha desbocado, loco, imparable.
L.

domingo, 20 de junio de 2010

Vivir sin sexo


Durante el único reportaje que se le hizo a Sigmund Freud (1930) el periodista quiso saber por qué el psicoanálisis pone tanto énfasis en el sexo. El viejo maestro se limitó a decir que él no tenía la culpa de que las cosas fueran así. Añadió que ese aspecto de la vida es muy poderoso (tanto como la muerte) y que por ese motivo se opone a las convenciones y barreras de la civilización. La humanidad intenta negar la suprema importancia del impulso primario. Pero el esfuerzo es inútil –concluyó-. Todo nos faltaría si nos falta el sexo.
L.

Vivir sin ilusión


Mi generación vivió de ilusiones. Soñamos y luchamos por una revolución que resolvería todos los problemas. Nuestra meta se parecía al reino de los cielos pero mejor. Los jóvenes de hoy carecen de utopías. Algunos hasta nos envidian. Ustedes al menos creían en algo, dicen a veces. Es verdad. Creíamos en algo y eso nos impulsaba hacia adelante. Ahora vivimos un tiempo sin emociones. Quizás sea mejor vivir sin fe, sin esperanza, sin sueños. Vivir sabiendo aunque duela. Y seguir luchando aunque la posibilidad de un cambio sea remota. Termino de escribir esto sin ilusión de que decirlo ayude a mejorar las cosas. Pero lo hago igual. Nunca se sabe.
L.

Padre nuestro


El padre es la ley. Es el no instalado en la escena. Su gobierno puede ser asfixiante o anárquico. Algunos padres son como niños. Otros se comportan como dictadores brutales y despóticos. Entre unos y otros hay hombres que hacen lo que pueden con sus vástagos. Esto explica en parte la relación amor-odio que suele haber entre padres e hijos. A nadie le gusta la ley. A nadie le gusta escuchar la palabra no. Pero sin ley del no la libertad individual es utópica, falsa, imposible.
L.

sábado, 19 de junio de 2010

Salvación del mundo


Una mujer desnuda no tiene protección. Las manos se toman fuertemente a un radiador. Del objeto depende la continuidad, la vida, el aire. ¿El radiador se aferra a la mujer o es al revés? Ni una cosa ni la otra. Fusión total de la mujer, el hombre, las manos, el radiador, la continuidad, la vida, el aire, la salvación del mundo.
L.
La foto que ilustra el post pertenece a Robert Mapplethorpe. La modelo es Patti Smith, poeta punk y cantante de rock alternativo.

Saramago


Hablé con Saramago una sola vez. Le hice dos preguntas para una revista local. Ahí se quejó de que la gente lee cada vez menos. Las escuelas (dijo) no forman lectores. La vida familiar trascurre hoy frente a la televisión. El libro está destinado a convertirse en algo para pocos. Una extravagancia de gente que prefiere el trabajo de pensar a la indolencia mental inducida. Cuando le pregunté por su mejor libro mencionó al que también fue y sigue siendo mi preferido entre todos los de ese autor muerto ayer. El año de la muerte de Ricardo Reis. Así se llama y lo recomiendo muy especialmente. Mi entrevistado explicó el por qué de la elección. Es el libro donde conseguí una mirada más honda (dijo). Eso es extraño ya que ahí se habla de Fernando Pessoa, alguien que ya no existe. También de Ricardo Reis, alguien que no existió nunca. Pero tal vez hayan sido justamente esas ausencias, ese vacío, los que me obligaron a buscar en mí mismo la sustancia vital que a ellos les faltaba.
L.

Se fue sin avisar

Para qué volver


Las mujeres tienen la virtud de hacernos recordar que venimos de su vientre. Se diría que hasta en la cama quisieran volver a meternos en ellas. Por hambre o amor los hombres aceptamos la invitación y nos dejamos llevar al dulce abismo. Los instintos sexuales apuntan a la conservación de la vida. No sólo por arte de la descendencia sino también por el efecto rejuvenecedor de la cópula. El principio del placer apunta a recuperar por vía erótica un estado armónico entre cuerpo y alma. Tarde o temprano (sin embargo) se interpone en el camino el principio de realidad. Un ejemplo de esto último es el orgasmo. Luego de alcanzar un estado de elevación máxima, que dura unos pocos instantes, caemos nuevamente en lo real. Comprendemos que tampoco podemos regresar al interior de las mujeres. Ellas y nosotros quedamos nuevamente solos, alejados como nunca de la idea de dios, lujuria o destino. No podemos volver a ningún lado. Podemos, apenas, dar un nuevo paso hacia adelante.
L.

Para qué volver II


Una de las objeciones más usuales a la terapia psicoanalítica es la supuesta obsesión de esa corriente con el pasado. Quiero solucionar lo que me pasa ahora, dice alguien. Poco importa si me pegaban de chico o qué vestidos usaba mi abuela. Inútil argumentar que todos venimos de algún lado, que no nacimos de un repollo, que a veces hay que indagar en lo más antiguo para desarmar algo que no nos deja en paz. Algunos peces encaran penosas migraciones buscando lugares donde vivieron primitivamente. La misma obsesión por el regreso se manifiesta en las aves de paso. Aves y peces desean reconstruir algo anterior. Nosotros también y ahí está el nudo a desatar. No podemos culpar al analista de nuestra búsqueda incesante del paraíso perdido. Ese lugar no existe. Y si existió ya no podemos regresar. ¿Para qué lo haríamos? Un chiste oído por segunda vez no causa gracia. Lo conocido puede asfixiarnos. La novedad es y será la condición del goce. Pero lo nuevo cobra peaje y para poder avanzar debemos identificar (con la mayor claridad) lo viejo que sobrevive en nosotros. Para vivir aquí y ahora debemos remontarnos, aunque duela, al pasado más remoto y oculto.
L.

viernes, 18 de junio de 2010

Ideogramas


La mujer escribe raros ideogramas en el cuerpo del hombre. Moja el pincel entre sus piernas (muy adentro), dibuja algo en las nalgas dormidas, en la espalda llena de lunares y pelos. Gira el cuerpo suavemente. Inscribe una letra en la zona prohibida. El mundo oscurece. Cuando el hombre despierta la mujer pone fin a su trabajo.
L.

Oficinas


Se arrancan los ojos, se matan, se miran de costado. Hacen bardo en los pasillos y golpean la mesa. Son bravos caciques, valientes cobardes, heroicos inseguros. Saben lo que quieren. Les gusta el calor. Cierran todas las ventanas. La vida transcurre en cámaras de gas. Quieren el poder, la gloria de Macbeth, el áurea de Napoleón. Pero ellos son sólo ellos. Reyes de Liliput, un reino en desgracia.
L.

Celulares


Subo al colectivo y lo de siempre. En la calle y en mí. El que no habla por celular lo mira fijamente. Y el que no hace ninguna de esas cosas tapa sus oídos con auriculares. La conexión del mundo es total. Yo elijo viajar desconectado. Miro por la ventana como si del otro lado hubiera algo importante. Pero lo real es claro, personal y movistar. Un hombre de mediana edad le dice a su interlocutor lejano que una mujer equis no le interesa. Que dios me perdone, advierte. Frente a él una señora habla de su gato con una amiga o tal vez con el amante. Más allá suenan dos, tres, cuatro nuevos teléfonos que se agregan al coro universal. Las conversaciones se cruzan alocadamente. Avanza el colectivo. A través de la ventanilla se ve una plaza. Una oleada de pájaros levanta vuelo. Una pareja se besa profundo en un banco de tablitas verdes. Hay también una fuente. Se ve a una muchacha desnuda y virginal echando agua desde un cántaro de yeso. Suena un celular. Y luego otro. Y otro más.
L.

¿Es usted médico?


Hay un relato de Raymond Carver titulado así. ¿Es usted médico? Cuenta la historia de un hombre que estando solo en su casa recibe un llamado extraño. Una desconocida le pregunta si es médico y le dice que lo necesita con urgencia. El hombre está a punto de cortar pero no lo hace. Más tarde va a la casa de la mujer como quien obedece una orden. Hace poco recibí un mensaje similar. No fue por teléfono sino por mail. ¿Es usted psicoanalista? Lo firma una desconocida como la del cuento. Me dice que ha leído mis artículos y que, si soy analista, necesitaría verme con urgencia. Hace tiempo vi una película donde pasa algo así. Un contador es confundido con el psicólogo que atiende dos o tres puertas más adelante. El contador termina conversando con la mujer en varias ocasiones. No sabe si está actuando bien. Consulta incluso al verdadero psicólogo y le cuenta el caso pidiendo consejo. El profesional le dice que cuando una persona es convocada para ocupar un lugar determinado debe ejercer el rol que le ha sido asignado. Y debe hacerlo con la mayor decisión. ¿Debería responder al mensaje recibido? No tengo título habilitante para salvar a nadie. Ni siquiera soy bañero. Al margen del hecho puntual es indudable que todos necesitamos un médico ahora mismo. Hay algo que no está bien y cada cual sabe dónde sangra su herida. Sea lo que sea el mal debe ser tratado sin demora. ¿Es usted médico?
L.

jueves, 17 de junio de 2010

Acción a distancia


¿Cómo sabe la aguja de una brújula dónde queda el norte? ¿Por qué apunta siempre en la misma dirección? ¿Cómo puede un objeto influir en otro sin que medie un contacto físico? Los poetas lo saben desde siempre. Isaac Newton se lo preguntó en 1687. Comprendió que la caída de una manzana es provocada por la misma energía que mantiene a la luna en la órbitra terrestre. ¿Cómo puede la tierra influir a 400 mil kilómetros? ¿De dónde saca fuerzas para impedir que nuestro satélite se escape? Llamar magnetismo a eso no resuelve nada. La solución vino doscientos años después. La acción a distancia se explica hoy por la noción de campo. La flor es percibida desde lejos por su perfume. De igual modo un objeto (dotado de carga eléctrica) puede ser reconocido a gran distancia. La aguja de la brújula huele el campo magnético de la tierra (como si se tratara de una flor) y se coloca en la posición correcta. Cuando más amplia sea la zona generada por el campo mayores serán sus efectos. Así se explica (también) el fenómeno cuántico del amor.
L.

El mejor momento del día


El 4-1 es buen comienzo. Pero el mejor momento no llegó. ¿De qué depende? La cabeza de ella en mi hombro. Eso ayuda. Un nuevo poema de Carver, sí, también puede ser. Encontrar asiento en el subte y leer ese poema. O que la mujer sentada a mi lado no escuche fuerte la batería en sus auriculares. Es poco. Lo que pido es nada o casi. Puede haber sorpresas a la noche. Lo mejor de cualquier cosa está siempre por pasar. Pero, qué pena, cuando llega no alcanza. El más hermoso de los mares todavía no lo he visto. Y lo mejor de todo aquello que tengo que decirle…todavía no lo he dicho.
L.

Viento mundial


Por un instante el relator abandona el estadio (como un pájaro) y se distrae con el aire en movimiento. Sopla fuerte el viento en Johannesburgo (dice) y las trompetas aturden a todos. Los jugadores no se oyen entre sí. Hasta el silbato se diluye. El viento no deja de soplar. En el campo de juego todo es confusión. Los futbolistas renuncian a los planes y piensan con las piernas, con los genitales, con las ganas. Se dejan afectar por la dinámica de lo impensado. No hay destino. El fútbol (como la vida) es una rara combinatoria. El viento, las trompetas, los gritos inaudibles, los goles en contra y a favor, el accidente convertido en ley. Nadie entiende nada. Pero todos corren buscando algo. Si no esperan lo inesperado (decía Heráclito) jamás lo encontrarán. Sopla fuerte el viento en Johannesburgo. Es lo único real en el estadio y en el mundo.
L.

miércoles, 16 de junio de 2010

El fútbol y yo


Faltaban veinte segundos para que terminara el partido. Fredy Rincón apareció de repente y con la izquierda metió un pelotazo que pasó entre las piernas del arquero. Gol. Colombia empató uno a uno con Alemania y alcanzó, por primera y única vez en su historia, la segunda fase de un mundial. Yo estaba en casa con mi familia. Papá sonrió y abrazó a mamá. Fue algo raro en él. Hice una asociación personal. El fútbol había logrado que mi padre saliera de la frialdad habitual y actuara como ser humano. Así empecé a interesarme por el juego. Veía cualquier partido con tal de disfrutar su lado más amable. Tantos encuentros deportivos me trajeron beneficios. Un día un chico que me gustaba desafió mi saber. A ver si eres tan genia, ¿a qué jugador le dicen la saeta rubia? No dudé ni un segundo y respondí con frases cortas y veloces. Alfredo Di Stéfano. Argentino. Jugó en River. Luego en Millonarios. Lo hizo en la época conocida como El Dorado. Pasó al Real Madrid. Fue el mejor jugador de ese club. Gol. Un día después recibí mi primer beso.
Andrea

Elogio de la ironía


Leyendo comentarios al pie del texto referido al suicidio quedé, como se dice, pasmado. Muy pocos lectores entendieron la ironía sangrienta que domina esa reflexión. ¿Hace falta explicar que en Tema resuelto me estaba burlando del insufrible racionalismo de ciertos investigadores? ¿Es necesario aclarar que no creo en ninguna maldita serotonina? ¿Tan difícil es entender que los fenómenos psíquicos son de trámite complejo y que en la mayoría de los casos ignoramos su funcionamiento? En otro posteo reciente se informa que el 85 por ciento del universo está compuesto de materia oscura. Los astrónomos ignoran de qué esta hecha semejante oscuridad. Algo similar podría decirse del inconsciente. Maneja casi todos nuestros actos pero desconocemos los mecanismos que lo mueven. Defiendo el papel sanador de la ironía, la metáfora y el humor en todas sus formas. Un hombre y una mujer que no aceptan el absurdo completo de la vida son potenciales suicidas. Desde el momento en que uno puede reírse de algo empieza la cura. Quizás no fui claro en el post aludido y en tal caso pido disculpas. Pero aún así, amigos, por favor, no maten las entrelíneas de lo que leen en este blog o en cualquier otra parte. Ríanse de ellas y de casi todo lo demás. La vida no tiene sentido. Pero resulta difícil admitirlo sin sentido del humor.
L.

El fútbol y yo II


Cuando era chico mi viejo me llevó a la cancha de Platense. Todo me pareció raro y ajeno. No volví a un estadio hasta que me regalaron una entrada para ver un amistoso internacional. Se hacía en River y fue deslumbrante. Me gustó el clima de salvajismo que reinaba en el lugar. Los hinchas hacían pis contra las paredes y las mujeres observaban con curiosidad e indiferencia. Jugué al fútbol en mi época de militante. Nunca entendí nada. Pero me gustaba correr por la cancha de una punta a la otra y molestar a los delanteros desde la defensa. No tenía idea de cómo armar un juego. Así aprendí a vivir sin estrategias. Admito que me dejo arrastrar un poco por los mundiales. Ya aprendí lo que significa posición adelantada. No sé por qué llaman libre al tiro libre siendo que está lleno de obstáculos. Los que arman la barrera cubren sus genitales con las manos. Parece que el mundo se viene abajo. Después, por lo general, no pasa nada. Mañana temprano estaré viendo el partido como todos. Será una buena oportunidad para tomar mate, distraerme un rato y, lo mejor de todo, ilusionarme con algo. ¿Con qué? Con cualquier cosa.
L.

La prueba


La verdadera prueba de amor viene después. Luego del acto sobreviene el silencio. O no. Tal vez un cigarrillo, comentarios al pasar, el sueño. En el instante posterior se pone en juego toda la relación. Su pasado, presente y futuro. Si había algo más se notará. Si no había también. La verdadera prueba de amor viene después.
L.

martes, 15 de junio de 2010

Lo inmediato



Hay momentos en que debemos ocuparnos del día de hoy. Tenemos que hacerlo por encima de todo y sin pensar demasiado. No digo abolir el recuerdo o ignorar que hay un futuro. Hablo de hundir las raíces en lo inmediato. Hoy no quiero estar lejos de la casa y el árbol, dice el poeta. Hay momentos en que la nostalgia de algo o de alguien nos ahoga. Solamente podrá salvarnos (hoy) el día de hoy.
L.

Antes golpeaban las cartas


Antes golpeaban las cartas. Lo hacían en sobres empujados por el viento. Ahora golpean los mails. Golpean tan duro como las cartas. Pero lo hacen con la blancura filosa del hielo. Y no sé qué es peor.
L.