¿Cómo sabe la aguja de una brújula dónde queda el norte? ¿Por qué apunta siempre en la misma dirección? ¿Cómo puede un objeto influir en otro sin que medie un contacto físico? Los poetas lo saben desde siempre. Isaac Newton se lo preguntó en 1687. Comprendió que la caída de una manzana es provocada por la misma energía que mantiene a la luna en la órbitra terrestre. ¿Cómo puede la tierra influir a 400 mil kilómetros? ¿De dónde saca fuerzas para impedir que nuestro satélite se escape? Llamar magnetismo a eso no resuelve nada. La solución vino doscientos años después. La acción a distancia se explica hoy por la noción de campo. La flor es percibida desde lejos por su perfume. De igual modo un objeto (dotado de carga eléctrica) puede ser reconocido a gran distancia. La aguja de la brújula huele el campo magnético de la tierra (como si se tratara de una flor) y se coloca en la posición correcta. Cuando más amplia sea la zona generada por el campo mayores serán sus efectos. Así se explica (también) el fenómeno cuántico del amor.
L.
Perfecta comparación entre la física de los cuerpos y la física del amor. Un post tan bueno como la idea que lo generó.
ResponderEliminarK.
Y así... el mecanismo del asunto sólo lo entenderán los poetas. Maravilloso post Luis. Estos regalos son un aliento contra la incertidumbre, que aunque permanezca irremediable, se hace más sutil.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.