miércoles, 16 de junio de 2010

El fútbol y yo


Faltaban veinte segundos para que terminara el partido. Fredy Rincón apareció de repente y con la izquierda metió un pelotazo que pasó entre las piernas del arquero. Gol. Colombia empató uno a uno con Alemania y alcanzó, por primera y única vez en su historia, la segunda fase de un mundial. Yo estaba en casa con mi familia. Papá sonrió y abrazó a mamá. Fue algo raro en él. Hice una asociación personal. El fútbol había logrado que mi padre saliera de la frialdad habitual y actuara como ser humano. Así empecé a interesarme por el juego. Veía cualquier partido con tal de disfrutar su lado más amable. Tantos encuentros deportivos me trajeron beneficios. Un día un chico que me gustaba desafió mi saber. A ver si eres tan genia, ¿a qué jugador le dicen la saeta rubia? No dudé ni un segundo y respondí con frases cortas y veloces. Alfredo Di Stéfano. Argentino. Jugó en River. Luego en Millonarios. Lo hizo en la época conocida como El Dorado. Pasó al Real Madrid. Fue el mejor jugador de ese club. Gol. Un día después recibí mi primer beso.
Andrea

3 comentarios:

  1. Perfecta síntesis de un hecho externo (el deporte, el fútbol, lo que sea) con la intimidad, el afecto, la subjetividad llevada a su máxima expresión. Muy buen post, Andrea.
    Ludmila

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  2. hermoso texto andrea. qué bueno volver a leerte. un beso, jéssica.

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  3. Me ocurre igual. A veces noto por gracia de algo ridículo, pasiones realmente conmovedoras. Que buen texto, Andrea.

    Un saludo.

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