Los adaptados dicen sí señor y cómo no. Se ponen traje y corbata aunque se ahoguen. Trabajan horas extras sin cobrar. Las adaptadas dicen sí querido y cómo no. Se cambian de ropa todos los días para que nadie diga que se visten siempre igual. Los adaptados son proclives a cumplir con los mandatos del poder político, social y hogareño. Las adaptadas ni siquiera dicen que les duele la cabeza cuando no tienen ganas. Sí querido. Como siempre. Más allá de estos comportamientos hay algo saludable en la adaptación. No podemos romper la ley sin conocerla. No podemos entrar al mundo sin adaptarnos mínimamente a su imperio ineludible. Queda la opción de aprender a fingir. Decir sí señor y pensar no señor. Usar traje y permanecer desnudos bajo la ropa. Alimentar el fuego interior en el apagado universo de las buenas maneras.
L.
L.
Están el aparato circulatorio, el aparato respiratorio, el aparato endócrino, todos aparatos para la existencia del cuerpo humano. Pero también está lo que yo llamo el "aparato fingitorio", específico para vivir en sociedad.
ResponderEliminarSí. Está bueno fingir. Lo malo es que se corre el riesgo de terminar creyéndose la mentira. Hay que estar muy atentos... que la adaptación no se convierta en la regla, sino en la excepción.
ResponderEliminarJ.
(Y jamás adaptarse a lo inadaptable)
Casi siento desprecio absoluto por estos adaptados. Hasta que descubrí que yo, coincidencialemente, me siento en pelota aún con ropa. (Y pensandolo, quisiera revolucionarme con la desnudez). Vaya declaración. Por lo menos esto no lo leen mis vecinos.
ResponderEliminarMagnificos posts estos de la autoridad.
Creo que la adaptación no implica el sometimiento. La relaciono con la ponderación de un momento, un lugar, un tiempo y el modo en que sin renunciar a mí o a lo que creo pueda integrarme a un entorno inevitable.
ResponderEliminarLa aceptación ciega, el desprendimiento de la individualidad las ubicaría más con la sumisión que con la adaptación.
Graciela B