No puedo pensar si no lo escribo. Pero puedo escribir sin ideas. Ahora por ejemplo. Ninguna idea en la cabeza. Apenas unas pocas palabras inconexas. Palabras que no servirán para dar cuenta del cansancio, de los recuerdos, de la inutilidad de lo que hago, de la esperanza de que todo se arregle. Pero no. La vida no tiene arreglo. Por fin aparece una idea. No hay solución. ¿Por qué vivo entonces? ¿Para qué seguir? Justamente por eso. Porque no hay sentido. Aceptar ese tremendo agujero me impulsa a continuar. ¿Continuar para qué? Quizás para preguntarme una y otra vez qué sentido tiene hacerlo. Y escribir. Porque no puedo pensar si no lo escribo.
L.
Escribir ayuda a aclarar. O al menos a ser concientes de lo oscuro que es todo. Comparto eso de que al escribir no se tienen ideas previas y el resultado está librado al azar. Se escribe para saber. Para descubrir.
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