Una de las objeciones más usuales a la terapia psicoanalítica es la supuesta obsesión de esa corriente con el pasado. Quiero solucionar lo que me pasa ahora, dice alguien. Poco importa si me pegaban de chico o qué vestidos usaba mi abuela. Inútil argumentar que todos venimos de algún lado, que no nacimos de un repollo, que a veces hay que indagar en lo más antiguo para desarmar algo que no nos deja en paz. Algunos peces encaran penosas migraciones buscando lugares donde vivieron primitivamente. La misma obsesión por el regreso se manifiesta en las aves de paso. Aves y peces desean reconstruir algo anterior. Nosotros también y ahí está el nudo a desatar. No podemos culpar al analista de nuestra búsqueda incesante del paraíso perdido. Ese lugar no existe. Y si existió ya no podemos regresar. ¿Para qué lo haríamos? Un chiste oído por segunda vez no causa gracia. Lo conocido puede asfixiarnos. La novedad es y será la condición del goce. Pero lo nuevo cobra peaje y para poder avanzar debemos identificar (con la mayor claridad) lo viejo que sobrevive en nosotros. Para vivir aquí y ahora debemos remontarnos, aunque duela, al pasado más remoto y oculto.
L.
L.
Estoy de acuerdo con encontrar los puntos claves del pasado para entender mejor el hoy.
ResponderEliminarEl otro día, unos compañeros de trabajo me contaban que asistían a una especie de terapia alternativa en donde una de las prácticas que realizaba la terapeuta, era trabajar con el inconsciente y los llevaba a puntos perdidos del pasado. "algo pasó en el verano del 86, en la casa de tus padres", por ejemplo. Pero como todo, hay que creer para poder solucionar o entender esas cuestiones.
Es interesante, de esta o de cualquier manera, reflexionar y analizar un poco lo que hicimos, sabiendo que ya está y no se puede cambiar...pero también entendiendo.
A.
Ese pasado que insiste para existir.
ResponderEliminarNunca nadie comenta sobre las fotos. Esta realmente es hermosa. Quien es el/la fotógrafo/a?
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