Cuando los amantes se quitan la ropa (y revelan el misterio) se pierden y comprenden, con algún desconcierto, que las formas empiezan lentamente a diluirse en espejismos. La ropa evita por un lado que el cuerpo se convierta en un desfile ambulante de pelos, nudos y protuberancias. Pero al mismo tiempo excita la curiosidad. El fenómeno es claro para todos, también para los hombres salvajes de Pongo, en el oeste de África, que viven desnudos y no permiten vestirse a sus mujeres porque de ese modo serían más bellas y podrían ser procuradas por hombres de los pueblos cercanos.
L.
L.
La ropa excita más que el cuerpo desnudo...Eso sí que es interesante...
ResponderEliminarLudmila