martes, 27 de julio de 2010

Escribir con el cuerpo


Mi lectura del diario íntimo de Alejandra Pizarnik está haciendo estragos. Cada párrafo es un abismo sin fondo. Y eso que voy apenas por las primeras cien de las 500 páginas del libro. Llama la atención ahí el suicidio largamente anunciado y cierto egocentrismo enfermizo. Demasiado enamoramiento del yo. Por momentos, aún así, Alejandra entiende que poesía, vida y mundo no están divorciados. La preocupación casi obsesiva por el contacto físico parece un camino posible. La palabra poética, dice, debe estar llena de polvo, de cielo, de amor, de orín, de sexo, de violetas, de sudor, de miedo. Es una lástima que Alejandra no haya profundizado en la visión del lenguaje como instrumento fallido y alejado de la noción de absoluto. De haberlo hecho, quién sabe, no se hubiera matado.
L.

3 comentarios:

  1. Querer que la palabra reemplace el contacto físico (o cualquier objeto o recuerdo) es una ilusión peligrosa. Quisiera saber cuál es el origen de ese deseo. Por qué hay necesidad de decir y no simplemente de ser. Parece que el lenguaje puede llegara ser una especie de maldición.
    Lindo post. Linda Alejandra.

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  2. Intentó refugiarse del lenguaje en el lenguaje y no lo logró. Sin embargo, fueron varios los que descubrieron la perpetua mentira de las palabras y no optaron por darle fin a sus vidas. No soy un erudito pero leo ávidamente sus poemas, y creo que el suicidio de Pizarnik responde a causas menos atractivas que su poesía.

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  3. Estoy leyendo este libro. Y me comieron las 100 primeras páginas, por eso acudí a este texto, recordaba haberlo leído y entendido poco o no como ahora lo que decían estas palabras.
    Puedo decir apenas, que el sentido en que Alejandra percibía todo es el que siento de las cosas. Por momentos sabe que esa sonrisa la hizo por lastima o por la simple manía de buscar la empatía. Como decís, estaba anunciado su final, pero también mantenía la esperanza (al menos hasta las 100 páginas).
    Me siento tonta al abrazar el libro y resaltarlo con lápiz, y estudiarlo y mirarlo. Pero me hace feliz enterla y entenderme con ella.

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