El olor a pis de gato es lo peor. Está en las carpetas, en el lomo de los libros, en las toallas. Inútilmente traté de eliminarlo. Pero al final me acostumbré. Ahora puedo imaginar que ese olor podría ser el de los jazmines al atardecer. Luego siguen las manchas de humedad en las paredes de mi cuarto. Parecen mapas de raros países. La pintura hace globos hacia afuera, se quiebra y cae al piso convertida en fina llovizna de polvo. Las cajas se amontonan con fotos viejas, apuntes, anotaciones prohibidas. Y todo cuidadosamente perfumado. Después viene el canasto de la ropa para lavar. Los dibujos que hizo el amor en las sábanas de ayer, los calzoncillos sucios con elástico gastado, los viejos repasadores que hace tiempo debí tirar a la basura. Cierro a veces los ojos y me veo en una de esas casas del Mediterráneo que hay en España. Paredes blancas y amplios ventanales. Una maja desnuda y joven hamacándose en la sala. Y hasta el zumbido de algunas moscas en la frutera de vidrio. Eso cuando cierro los ojos. Pero al abrirlos me hundo nuevamente en un mar de pis de gato. El mundo real huele así. El otro no tiene olor ni sabor ni color ni nada.
L.
Los queridos calzoncillos con el agujero en el culo. Yo tengo unos así. Y no me atrevo a tirarlos.
ResponderEliminarpara eso las piedritas son buenas, lo he comprobado. salvo que mi naríz se haya acostumbrado ya al perfume y no lo sienta. lo que sí, cada vez que sacudo las sábanas, inmumerables pelitos negros salen volando, suspendidos en el aire por un momento. se pengan en a ropa, en las toallas, hasta el los repasadores. mientras tanto, "lu" se sube a mi regazo y se hace un rollo, ronronea despacito, su cuerpo calienta mis rodillas. el viento desde afuera empuja, encuentra todos los huecos para meter su aliento helado y terroso. la calle está fría, desierta y gris, pero nosotras nos mantenemos tibias, acompañadas, y el pelo negro de la minina es suave y brillante. además, tenemos un montón de piedritas.
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