Un reconocido experto en literatura y lenguaje de Harvard afirma en un libro reciente que navegar por la red genera un tipo de pensamiento superficial, rápido y disperso. Nicholas Carr (así se llama el autor) escribió algo que podría traducirse como Lo que Internet le está haciendo a nuestro cerebro. Ahí sostiene que el actual sistema de procesamiento de datos privilegia las interrupciones y las nuevas informaciones por encima de las antiguas y no por eso menos valiosas. Cuando la gente busca algo en Google (ejemplifica) no ve el bosque ni los árboles sino apenas las hojas y las ramas. Los contenidos que se obtienen de fuentes simultáneas (más el efecto de fragmentación mental y cotidiana que aporta el celular) no colaboran a la concentración ni a la lectura reflexiva. El chat y el email (con sus alarmas) son distractores notables. Se calcula que un trabajador promedio chequea su buzón de correo entre 30 y 40 veces por hora. Se ha demostrado que los alumnos que tienen computadoras en las aulas (como sucede en varias universidades privadas argentinas) aprenden cada vez menos. Hasta el uso del hipervínculo ayuda a la confusión generalizada. Los que polemizan con el investigador sostienen (como es habitual) que no se puede satanizar a la tecnología sino al uso. El argumento es por lo menos tramposo. Las endiosadas maravillas aportadas por las prótesis electrónicas no pueden ser desligadas del uso masivo y descontrolado. El medio es el mensaje, decía Mc Luhan. Y el mensaje que el náufrago arroja hoy a la red oceánica se ha convertido en mil millones de pedacitos ilegibles.
L.
El internet resulta bastante útil para una de las profesiones que menos concentración y profundidad exigen: el periodismo. Creo que esa herramienta nos ha convertido a todos en periodistas. Sabemos un poco de cualquier cosa, pero a la hora de la verdad resulta difícil expresar una idea propia con un mínimo de análisis. Quizás exagero, pero me siento afectada por la entrada del internet en mi vida. Sí, me divierto, me entretengo, pero al final del día queda la sensación de haber visto todo pero no haber entendido nada.
ResponderEliminarEs verdad, el problema con Internet (como con todo) es el uso que se le da. Probablemente, nunca haya habido tanta gente que escriba y comunique sus pensamientos como ahora.
ResponderEliminarAsí que me permito dudar de que seamos más brutos. Probablemente seamos diferentes. Más dispersos, con más información a mano, con distintos estímulos. Y a este eminente profesor eso lo asuste.
Abrazo
F.Vico
¿Internet embrutece? embrutece trabajar diez horas por día en algo que odiamos, viajar como ganado en cualquier medio de transporte, mirar a Tinelli, escuchar a Fernando Bravo, tener relaciones mediocres, enfocar nuestros deseos en el consumo, creer cualquier cosa que leemos en el diario, rehuírle a la reflexión, al compromiso, al diálogo, a la escucha, al amor, a ponerle el cuerpo y la mente a los deseos no aprendidos. Pero en algo sí colabora internet y las TICs: en aislarnos y en hacernos creer que google nos abre las puertas del mundo y del conocimiento, para perder la curiosidad de salir a la calle y ver que hay un universo más allá de internet, con gente de carne y hueso (cuya gran mayoría, por otra parte, no tiene internet!).
ResponderEliminarLH