Nadie sabe adónde va ni cómo se llaman las estaciones. El tren avanza a velocidad pareja y en silencio. Los pasajeros no se conocen pero se entienden a la distancia. Ninguno está especialmente triste o alegre. Es importante que el viaje no termine. En eso están todos de acuerdo. A veces -en el último vagón- nacen amores en una curva o al pasar bajo los túneles. Son pasiones desesperadas y sin futuro como las flores de alta montaña. Nadie pide boletos y no se escuchan silbatos. A lo lejos parece que las vías van a cruzarse en un punto. Pero eso no pasa en el tren de la melancolía. Las vías marchan paralelas (siempre juntas) pero no se tocan jamás.
L.
L.
Es hermoso este téxto. A veces -casi siempre-quisiera que la vida fuera como un viaje; que el movimiento se gestara por una voluntad ajena a la mía y que en el vagón concedido se produjeran los amores y desamores necesarios para mantenerme tristemente viva. Quizás sea así.
ResponderEliminarGabriela Cárdenas