Hay algo en cada uno de nosotros que no se adapta a ninguna orden, a ningún poder, a ninguna influencia por más poderosa que sea. Y ese algo es el deseo. Es lo que abre las puertas de la libertad individual y colectiva. El deseo es revolucionario. Naturalmente se opone a quienes pretenden controlarlo. Tampoco el deseo sexual se deja moldear. Tampoco la vocación más oculta. Tampoco lo que nos da miedo o verguenza. Si cedemos ante el deseo todo puede derrumbarse. Si no cedemos florecerán mil flores. Esto es así aún sabiendo que el deseo incluye una cuota inevitable de dolor. No hay satisfacción plena para el deseo. Pero su ley instaura el divino reino del ojalá. Y ese reino está habitado por la única felicidad posible.
L.
adhiero a esta visión psicoanalítica (lacaniana en realidad) del deseo visto como una máquina de subversión y perturbación constante. la idea de no ceder ante el deseo se opone a lo que nos enseñaron desde chicos ya sean nuestros padres o nuestros maestros. ceder, cumplir mandatos familiares y sociales, convertirnos en perfectos frustrados en funcion de satisfacer al amo. no ceder, en cambio, es bueno para nosotros y para los demás, quiero decir, no es egoísmo como algunos piensan. muy buen post. maría alejandra
ResponderEliminarNo sé si es lacaniana esta visión del deseo. Ciertamente lo dudo. En todo caso, el deseo es muy anterior y será posterior... Nada, solo quería destacar la excelencia del post. Abrazos, Luis. egk
ResponderEliminarEl deseo es el motor de nuestra vida. Como, por suerte, jamas cumpliremos todos nuestros deseos, nuestro motor seguira generando movimiento.
ResponderEliminarQueria agregar algo al primer comentario de este post. No ceder al deseo es bueno para unomismo, y por consecuencia, para los demas. No es egoismo, es vivir.
O.
Me suele suceder que cuando se me cumple un deseo, miro para atrás y....no me acuerdo, ¿qué iba a hacer yo cuando esto sucediera????
ResponderEliminar