Esta tarde en Lima llueve como nunca/Y no tengo ganas de vivir, corazón. Así empieza un poema de César Vallejo. El texto es hermoso. Pero más allá de eso no hay razón aceptable que vincule lluvia con tristeza. Sin embargo (quién sabe por qué) la idea está misteriosamente instalada en nosotros. Lluvia igual tristeza. Sol igual felicidad. La relación entre ambos elementos no deja de ser absurda. El clima nada tiene que ver con lo anímico. Ni el clima ni nada exterior. La procesión va por dentro en todos los casos. Alguien puede asociar la lluvia, también, con un encuentro sexual especialmente intenso, un llamado inesperado, una gotera mágica o un mate amargo y bien caliente. También con buena música, un libro de aquellos, una linda boca para besar. Quizás debamos desembarazarnos de las convenciones maceradas desde siempre en la literatura y la canción romántica. Dicho de otro modo. Quizás debamos aprender a sentir la vida sin ideas previas sobre nada. Sentirla y verla siempre con inocencia y como si fuera la primera vez.
L.
La foto fue tomada por Andrea en las cataratas del Iguazú.
no sé quién dijo que uno no se enamoraría si no hubiera escuchado ciertas canciones, escuchado ciertas películas y leído ciertas novelas. a eso me hizo acordar este post.
ResponderEliminarlud