No somos cangrejos en la cama

Cuando Lacan se propuso demostrar que no hay relación sexual entre los humanos se remitió al comportamiento del cangrejo. Los primeros observadores del crustáceo pensaron que la hembra de la especie se arroja sobre el macho dotado de la pinza más grande. Pero los etólogos modernos descubrieron que la hembra identifica el objeto de su deseo por un signo que el cangrejo realiza con la pinza. Los humanos quisiéramos hacer el amor con signos o con pinzas. Pero, qué pena, no podemos. El instinto caducó para nosotros. A diferencia de los animales necesitamos producciones más complejas, lenguaje, música, luz tenue, fantasías que ocupen el lugar de la carencia. Se sabe que la mujer goza de una manera diferente a la del hombre. Se sabe que los dos cuerpos no pueden hacer uno ya que hay una divergencia evidente. Lacan no negaba que existan relaciones sexuales efectivas. Pero advertía que no hay unión total entre dos mitades como idealiza el mito de Aristófanes. Hombres y mujeres gozan apenas con una parte del otro. Lacan evocó en este sentido la transacción propuesta por Sade en Juliette. Prestadme señora la parte de vuestro cuerpo que pueda satisfacerme un instante y gozad, si os place, de la del mío que pueda seros agradable. Lacan nos dice que el amor nunca es fusión. ¿Qué es entonces? Quizás un laberinto de malentendidos cuya salida no existe. Amamos a quién responde la pregunta ¿quién soy yo?

L.