lunes, 26 de julio de 2010

Las tretas de Emma


La escena erótica más intensa de la literatura no muestra ninguna de esas cosas que solemos ver en las películas. Emma Bovary (la heroína de Flaubert) va temprano a la iglesia. Ahí se encuentra con León, su amante hasta entonces platónico. La mujer adúltera no está segura de acceder. Para evitar lo inevitable Emma se suma a una visita guiada. El autor de la novela frena en ese punto y detalla hasta el hartazgo las explicaciones del guía. Furioso e impaciente León arrastra a Emma hasta el pórtico, llama a un carruaje y empieza la célebre escena de la que no vemos ni oímos nada. Lo único sería que, de tanto en tanto, una voz de hombre suena desde el interior del carruaje (cuyas cortinas han sido bajadas) ordenando al cochero que tome cada vez una dirección distinta para que la sesión amorosa se dilate. Los escritores y estudiantes del oficio tienen mucho que aprender del procedimiento empleado. Con elementos banales y cotidianos (y sin contar un solo detalle del encuentro sexual) Flaubert armó una secuencia inolvidable.
L.

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